martes, 15 de febrero de 2011

la pecera


-          ¡Caperucita! cierra los ojos y piensa en algo que te relaje, cuando lo pienses ¡descríbemelo!
-          La verdad es que no se si quiero pensar esas cosas…
-          Si venga por fa… me gustaría saberlo
-          Está bien… ahí va

Cuando caperucita cerró los ojos vio pasar muchas cosas por delante suyo colocándose cada una en su sitio… se vio a sí misma nadando en una lagunilla donde a lo lejos había una cascada gigante, el sol estaba en lo más alto del cielo y los pájaros no dejaban de cantar y de arrullar a Caperucita como si quisieran que no despertara nunca, que no volviera a la realidad. Aquella sensación de paz le agradaba… le hacía sentir que no importaba nada más, que ella era dueña de su todo y de su nada, que nunca más lloraría, no podría sentirse mal estando en un lugar así. Además aquellos cosquilleos en los pies mientras nadaba, aquellos peces de colores que nadaban alrededor de su bañador rojo como si quisieran ser parte de él.  Después de  todas estas sensaciones inexplicables se colocaban minuciosamente en su piel exclamó:

-          ¡¡¡Ya lo tengo!!!
-          Pues dime
-          No, no sé si debo… la verdad es que no quiero compartirlo contigo.
-          ¿Porque?
-          Porque no quiero que me robes los sueños…


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